Desde 1996, el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, que se celebra cada 23 de abril, nos brinda una ocasión singular de meditar mancomunadamente sobre los nuevos desafíos que se plantean al libro, concebido éste al mismo tiempo como industria editorial, obra de arte y herramienta esencial para lograr una educación de calidad para todos.
Cabe situar este Día Mundial en el marco del Decenio de las Naciones Unidas de la Alfabetización (2003-2012), que tiene por lema “La alfabetización: un camino hacia la libertad”, con el fin de evocar la dimensión emancipadora del libro.
Esta articulación resulta especialmente necesaria, sobre todo si queremos que el libro sea un vector primordial de alfabetización para todos los seres humanos y, en particular, para los grupos sociales marginados, en un momento en que uno de cada cinco adultos no sabe leer ni escribir.
Instrumento que permite conocer y compartir, el libro debe servir a la educación, la plena realización y la autonomización de la persona. En ese sentido, es un instrumento que contribuye a hacer realidad el derecho universal a la educación y la participación efectiva de todos en la vida social, política y cultural.
Además, es preciso insistir –ahora que acabamos de celebrar el 60º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos- en que el libro no es nada si no garantizamos su libre circulación. En efecto, es esa “libre circulación de las ideas por medio de la palabra y de la imagen”, consagrada en la Constitución de la UNESCO, lo que debe seguir siendo objeto de nuestra atención constante hoy en día, para seguir promoviendo el acceso universal al libro.
Es evidente que en la cuestión del libro y de su difusión lo que está en juego es a la vez nuestra comprensión de una auténtica educación de calidad para todos y el respeto a la universalidad de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos.
Con motivo de la 14ª edición del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, invito solemnemente a todos los países, los asociados y los amigos de la UNESCO a que nos acompañen en una reflexión común sobre la función que el libro desempeña en nuestras políticas educativas y culturales, y su contribución al fomento de la diversidad creadora, una dimensión que es hoy más útil que nunca.
Koichiro Matsuura
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