viernes, 13 de febrero de 2009

In memoriam de Armanda López Moreno

El pasado martes 10 de Febrero falleció en Albacete Dª Armanda López Moreno, directora que fue de la Biblioteca Pública del Estado y del Archivo Histórico Provincial, ya que ocupó hasta su jubilación una de las llamadas plazas dúplices de Facultativo, compartiendo ambos centros el edificio de la Casa de la Cultura. También dirigió hasta 1983 el Centro Coordinador Provincial de Bibliotecas, hoy Sección Provincial del Libro, Archivos y Bibliotecas.

Reproducimos a continuación, las palabras que, para ser leídas en el funeral, escribió nuestro compañero Ángel Javier Aguilar Bañón, Director del Servicio de Bibliotecas del Campus Universitario de Albacete. Sirvan de modesto reconocimiento de sus compañeros a la callada labor que Dª Armanda desempeñó durante tantos años para el mundo de la Cultura, en Albacete y su provincia.

Querida Doña Armanda

Ni siquiera ahora puedo quitarte lo de doña. La culpa la tienes tú, siempre tratando de parecer una directora exigente y recta. Y lo eras, eras una funcionaria escrupulosa, una administradora cuidadosa del bien público. Eras caligráfica como tu firma: Armanda López Moreno, así de derecha. Muchísimos bibliotecarios hemos aprendido de tí, aunque lo que yo recuerdo especialmente es tu actitud de dignidad hacia nuestra profesión en unos tiempos en que había que ganarla cada día.

También recuerdo tu finísimo sentido del humor, que, como otras cualidades de tu carácter, medio ocultabas. Una anécdota: entonces no todo el mundo que trabajaba en la Biblioteca tenía formación de bibliotecario, y tú no estabas segura de cómo se habían intercalado las fichas en el catálogo de autores. Así que me dijiste, con sorna manchega: “Anda, Ángel, repasa esas fichas, que creo que las han colocado por orden analfabético“.

Pero lo que más recuerdo de ti es esa niña que vivía en el cascarón de tu uniforme de jefa. Esa niña enamorada de su padre que vivió la posguerra refugiada en los libros. Tú luchabas por ocultarla con ese café negro que tomabas sin azúcar, o con ese carmín que te ponías, estuvieras como estuvieras y te doliera lo que te doliera. La tratabas de ocultar cuando ibas, toda seria, a hablar con los políticos, una y otra vez, hasta que conseguiste esta biblioteca tan chula que ahora tenemos.

Tú eras más que nada esa niña tímida que ahora estará pasándolo mal al saberse el centro de atención. Esa niña que se te iba transparentando los últimos años, cuando te veía en la silla de ruedas tras tantas operaciones.

Esa niña, Armanda, que por fin ya está con su padre y ha dejado de sufrir.

Ángel Aguilar

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